jueves, 14 de enero de 2010

Como al final no restó lo que no ayudaba.

... Y que después de tantas otras veces, volvía a salir a la calle. Llevaba su chaqueta gris con capucha. Chaqueta que siempre se ponía cuando paseaba por las frías calles de Madrid en pleno enero, con la luna de fondo, mirando el avanzar de sus pies; uno tras otro.
Entonces una vez más, se paró a pensar, en como había aprendido a andar. En como de pequeños nos tropezamos, caemos, y lloramos cada uno en su aprendizaje,para terminar corriendo por la vida. Si somos capaces de haber aprendido a andar, ¿por qué seguía cayendose y tropezando una y otra vez? No le gustaba andar sola.
Una vez más, sentía una presencia a su lado, una soledad la rodeaba y echaba a patadas a la felicidad.
Ya no llevaba la cuenta de las veces que se había puesto esa chaqueta. Y casi siempre se la había puesto por culpa del puto sentimiento de soledad que la invadía, que no la dejaba respirar, que no la dejaba ser ella misma. Cuantas veces se repetía a si misma que no le gustaba andar sola. Cuantas más se prometía a si misma que no volvería a pasar y como iba a restar todo lo que no ayudaba . Y cuantas más traicionaba a sus propias promesas.

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